Mientras en el Distrito Capital en un pasado muy reciente, un
puñado de ciudadanos decentes y atrevidos logró esquivar la puñalada mortal a
la ciudad en torno a su humedales y biodiversidad; otro grupo de personas
sumada a los anteriores, con mucha más decisión, entre naturales y jurídicas,
comprometidas con la sostenibilidad urbana, con más valentía que miedo, salen
hoy en defensa del territorio que genera y preserva la vida, a pesar del incremento
en la violencia y las diversas complicaciones urbanas, continúan dando la pela sin
desfallecer, en una férrea unidad de combate, por la defensa sin cuartel por la
preservación de la reserva ecológica “Thomas Van der Hammen”, ante la
arremetida del actual Alcalde Distrital, Enrique Peñalosa, en insistir
arbitrariamente, como lo hizo en su primera administración de gobierno 1.998 –
2000, de construir los mega proyectos de vivienda de interés social para los
diversos estratos sociales sin ningún estudio científico previo, que se oponga
a los estudios generados por los ambientalistas y aceptado por el Ministerio
correspondiente, Peñalosa contradice con este accionar, la normatividad
ambiental vigente en el plano nacional e internacional, cuyas soluciones
residenciales propuestas, en vez de solucionarnos el déficit habitacional, llevan
implícita la muerte del paradigma urbano mundial firmado por Colombia en
compromisos como: erradicar los asentamientos humanos procurando su dignificación
en razón de la vida misma, conservación y protección de sus humedales como
imperativo de existencia, el freno a la expansión urbana como frontera al
crecimiento poblacional, la atención a la segregación social como calmante a la
violencia urbana, proteger las tierras más fértiles para la autonomía de
nuestra seguridad alimentaria, cumplir con los nuevos objetivos de desarrollo
sostenible (ODS) consensuados recientemente en la ONU etc.
Ésta dinámica de choque social que agita a la capital del
país, basadas en las diferencias de opinión para alcanzar el integral
desarrollo humano, tiene las puertas completamente cerradas en un rincón del caribe
colombiano, más concretamente en la tercera ciudad de la Costa Atlántica,
conocida con el nombre de Soledad de Colombia, parecemos una república
independiente fuera de lo común y sin ciudadanos gladiadores, nos sentamos en
el pretil del andén a orearnos la piel con el sol del chisme puritano, como en
la canción, “las cosas
que pasan”, del cantante Colombo - Argentino Piero, para “ver a Soledad pasar y pasar…” sin el más mínimo esfuerzo por
cambiar los acontecimientos que degradan la ruralidad de nuestra ciudad, miramos
sin estupor alguno el arrasamiento a sus humedales y biodiversidad, el
espectáculo de la muerte nos cautiva sin conmovernos, nos excita el morbo por
el derrame de clorofila, como la evaporación del hidrogeno con el oxígeno de su
acuífero y el espectáculo atroz de muerte y desolación de innumerables
animales, micro organismos, aves y otros diversos especímenes de nuestro
paisaje natural, hemos sido permisivos, indolentes e irresponsables ante la
heridas asestadas al pulmón ecológico de preservación y protección eco
turístico establecida en el POT para nuestra consentida verde, Isla Cabica.
Nuestros movimientos sociales y demás organizaciones, hemos
asumido una posición de relax igual al de la avestruz cuando avizora el
peligro, enterramos la cabeza para no hacer el más mínimo esfuerzo por la
defensa de nuestros humedales, que hoy son un monumento a la desolación y a la
desidia administrativa y ciudadana, condenándonos a ser testigos del peor
arrasamiento a la biodiversidad natural en la historia de nuestra ciudad. La
multinacional portuaria de cargas “Impala” y los entes administrativos del orden
nacional, departamental y local, cortan las venas de nuestras próximas
generaciones poniendo en peligro nuestra sostenibilidad para la vida.
Algo está pasando en el cántaro de la ciudad, que una
transgresión al uso del suelo tan enorme como una ceiba milenaria, no haya sido
vista con ojos responsables por las autoridades correspondientes en los
distintos planos de gobierno. Sólo nos quedan dos alternativas de actuación
para quitarnos de encima esta anomia por la ciudad, la primera consiste en
abrir el debate por el humedal que nos compete, en un foro temático y
persuasivo con las autoridades correspondientes y los ciudadanos dolientes, la
segunda, promover un cabildo abierto en el seno del concejo con expertos en el
tema para sustentar razones que nos permitan mantener el uso del suelo asignado
por el POT vigente, antes de que llegue a la corporación edilicia los nuevos
ajustes al norte de la ciudad realizado por Sociedad Colombiana de Arquitectos
Regional Atlántico, que según tengo entendido, apoyará la tragedia ambiental
que mata los humedales de la ciudad descrita previamente.
Quisiera terminar este artículo, evocando “al Patriarca
ecuménico Bartolomé, al referirse particularmente a la necesidad de que cada
uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta, porque, en la
medida en que todos generamos pequeños daños ecológicos, estamos llamados a reconocer
nuestra contribución, pequeña o grande, a la desfiguración y destrucción de la
creación. Sobre este punto él se ha expresado repetidamente de una manera firme
y estimulante, invitándonos a reconocer los pecados contra la creación”: “Que
los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que
los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio
climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus
zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire.
Todos estos son pecados. Porque un c rimen contra la naturaleza es un crimen
contra nosotros mismos y un pecado contra Dios” (Tomado de los considerandos de
la Encíclica “Laudato sí” del papa Francisco)
La motivación a la lucha contra el cambio climático y contra la
depredación de la ciudad por el capital financiero apenas asoma su intención en
la ciudad, preparémonos para asumirla con mucha responsabilidad y respeto como
verdaderos hoplitas, por aquellos que aún no han nacido en este territorio de
salvajes acciones, que atentan contra nuestra vida y de las próximas
generaciones, el intento nos hará fuerte, la indiferencia nos matará, tú
decides, “nadie actuará por ti…”; como bien lo dijo en su momento, el inmolado
humorista bogotano Jaime Garzón.
Caño de Soledad completamente seco y cegado
Reserva "Van der Hammen"
Humedales Reserva "Van der Hammen"
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