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martes, 2 de julio de 2019

       
   
¿Gobernador o depredador?


El gobernador del Atlántico Eduardo Verano De La Rosa, pasó de ser la cándida eréndida en el Distrito de Barranquilla al abuelo desalmado en el municipio de Soledad, a diferencia de la novela del nobel de la literatura colombiana, Soledad nunca incendió en términos peyorativos, el recinto administrativo de la gobernación del Atlántico ni los sueños de su mentor, todo por el contrario, ha soportado las cargas que se le han impuesto en sus proyectos de atención a la ciudad sin consultarla y en ese sentido hemos sido estoicos a causa de los “supuestos favores” recibidos, que nos lo cobran a punta de garrote y zanahoria, en las diversas decisiones políticas fomentadas por los barones y las castas familiares que han libado el poder en forma continua y hereditaria.

Tanto en Barranquilla como en Soledad, se están demoliendo y recuperando las plazas públicas más representativas de sus territorios, actuaciones urbanísticas que se derivan del plan de desarrollo departamental en curso con relación al incremento del espacio público en los diversos municipios, ambas plazas dentro de sus polígonos albergan bienes de interés cultural arquitectónicos que son de protección distrital y municipal, y por casualidad del destino, que el universo siempre interpone, las condiciones de preservación y conservación en cuanto a su renovación urbana, no fueron las mismas, el poder de destrucción por vía gobernativa departamental, no fue magnánimo con Soledad pero sí benévola con Barranquilla, el autoritarismo anacrónico en la decisión ejecutada deja mucho que pensar, cuando el supuesto de gobierno de las intervenciones del ente departamental en un territorio deben ser en derecho, que es fundamental para la convivencia de las ciudades, se aferró a un criterio formal de segregación urbana por el supuesto beneficio de recuperar la plaza a costa de los inmuebles que se demolieron para siempre, que en el presente imperfecto, solo serán testigos inmateriales de nuestra historia fragmentada y aún en construcción, que recogerá nuestra oralidad ciudadana y las fotografías de turno que se conserven por In saecula saeculorum. 
   
En Barranquilla el accionar de los golpes en la demolición de la ampliación de la plaza de la paz no fue depredador, fue una copulación amorosa entre dos amantes que siembran la vida en modo de agitación calurosa, sin olvidar su pasado, para garantizar un dialogo permanente con el futuro de sus generaciones. Y como resultado de esa unión para engendrar la vida, el BIC protegido (la famosa casa de estilo republicano de la esquina ubicada en la carrera 45 con calle 50 pertenecientes a la familia Italiana Casinchi)  sigue en pie, es decir, se atendieron con mucho respeto lo legal en la inclusión del BIC referenciado a el diseño de la plaza de la paz que cumple con lo normatizado en la Ley, que jerarquiza este proceder, como uno de los elementos de los sistemas estructurantes en un modelo de ordenamiento territorial moderno. ¿Por qué en Soledad ese proceder fue distinto? 
  
Estas dos nuevas puñaladas al corazón de la ciudad de las muchas recibidas por raizales y foráneos en la construcción permanente de nuestro municipio, aumentan aún más los estertores de la muerte como ciudad segregada y violentada, nos destrozan paulatinamente nuestra herencia cultural material, que si bien es cierto sus valores arquitectónicos no tienen esa dimensión monumental que refleja nuestro vecino distrital en sus BIC, pero que en nuestra ciudad, no dejan de responder a un gusto por el eclecticismo de formas arquitectónicas adoptadas en las fachadas de sus viviendas, dignas de conservar para nuestra historia que no es del todo reciente, pero que no podemos dejar de hilar sus contenidos y menos permitir la destrucción de sus eslabones de vida, que guardan nuestras vivencias citadinas como sociedad emergente y son prenda de garantías para enfrentarnos a la anomia urbana presente y no desaparecer. 
            
Las estatuas de cobres verdosas del libertador Simón Bolívar y la de los músicos  Francisco “Pacho” Galán y Rafael Campo Miranda, ilustres ciudadanos raizales del municipio de Soledad, “miraban” estupefactos la atrocidad urbana acometida por el equipo de contratistas de la Gobernación del Atlántico, para emprender la demolición de la viviendas enmarcadas dentro de las manzanas adquiridas, se borraban de un tajo más de cien años de historia cultural del municipio, dos de sus viviendas además de muchas otras demolidas (Heladería Santa Elena y la casa de la familia Ucros tirado)  protegidas bajo la norma y desafectadas irregularmente, caían a pedazos por el golpe absurdo y continuo de las “monas” de hierro que con un peso superior a los treinta kilos, pulverizaban el alma de la ciudad que muere lentamente en medio de la desidia y la corrupción.


Casa familiar Ucros Tirado antes de la demolición 


Casa Ucros Tirado después de la demolición, al fondo en espera de su turno la Casa Santa Elena


Una historia centenaria decapitada 

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