¿Gobernador o depredador?
El gobernador del Atlántico Eduardo Verano De La Rosa, pasó
de ser la cándida eréndida en el Distrito de Barranquilla al abuelo desalmado
en el municipio de Soledad, a diferencia de la novela del nobel de la literatura
colombiana, Soledad nunca incendió en términos peyorativos, el recinto
administrativo de la gobernación del Atlántico ni los sueños de su mentor, todo
por el contrario, ha soportado las cargas que se le han impuesto en sus
proyectos de atención a la ciudad sin consultarla y en ese sentido hemos sido
estoicos a causa de los “supuestos favores” recibidos, que nos lo cobran a
punta de garrote y zanahoria, en las diversas decisiones políticas fomentadas
por los barones y las castas familiares que han libado el poder en forma
continua y hereditaria.
Tanto en Barranquilla como en Soledad, se están demoliendo y recuperando
las plazas públicas más representativas de sus territorios, actuaciones urbanísticas
que se derivan del plan de desarrollo departamental en curso con relación al
incremento del espacio público en los diversos municipios, ambas plazas dentro
de sus polígonos albergan bienes de interés cultural arquitectónicos que son de
protección distrital y municipal, y por casualidad del destino, que el universo
siempre interpone, las condiciones de preservación y conservación en cuanto a
su renovación urbana, no fueron las mismas, el poder de destrucción por vía
gobernativa departamental, no fue magnánimo con Soledad pero sí benévola con
Barranquilla, el autoritarismo anacrónico en la decisión ejecutada deja mucho
que pensar, cuando el supuesto de gobierno de las intervenciones del ente
departamental en un territorio deben ser en derecho, que es fundamental para la
convivencia de las ciudades, se aferró a un criterio formal de segregación
urbana por el supuesto beneficio de recuperar la plaza a costa de los inmuebles
que se demolieron para siempre, que en el presente imperfecto, solo serán testigos
inmateriales de nuestra historia fragmentada y aún en construcción, que recogerá
nuestra oralidad ciudadana y las fotografías de turno que se conserven por
In saecula saeculorum.
En Barranquilla el accionar de los golpes en la demolición de
la ampliación de la plaza de la paz no fue depredador, fue una copulación
amorosa entre dos amantes que siembran la vida en modo de agitación calurosa,
sin olvidar su pasado, para garantizar un dialogo permanente con el futuro de
sus generaciones. Y como resultado de esa unión para engendrar la vida, el BIC
protegido (la famosa casa de estilo republicano de la esquina ubicada en la
carrera 45 con calle 50 pertenecientes a la familia Italiana Casinchi) sigue en pie, es decir, se atendieron con
mucho respeto lo legal en la inclusión del BIC referenciado a el diseño de la
plaza de la paz que cumple con lo normatizado en la Ley, que jerarquiza este
proceder, como uno de los elementos de los sistemas estructurantes en un modelo
de ordenamiento territorial moderno. ¿Por qué en Soledad ese proceder fue
distinto?
Estas dos nuevas puñaladas al corazón de la ciudad de las
muchas recibidas por raizales y foráneos en la construcción permanente de
nuestro municipio, aumentan aún más los estertores de la muerte como ciudad segregada
y violentada, nos destrozan paulatinamente nuestra herencia cultural material,
que si bien es cierto sus valores arquitectónicos no tienen esa dimensión
monumental que refleja nuestro vecino distrital en sus BIC, pero que en nuestra
ciudad, no dejan de responder a un gusto por el eclecticismo de formas
arquitectónicas adoptadas en las fachadas de sus viviendas, dignas de conservar
para nuestra historia que no es del todo reciente, pero que no podemos dejar de
hilar sus contenidos y menos permitir la destrucción de sus eslabones de vida,
que guardan nuestras vivencias citadinas como sociedad emergente y son prenda
de garantías para enfrentarnos a la anomia urbana presente y no desaparecer.
Las estatuas de cobres
verdosas del libertador Simón Bolívar y la de los músicos Francisco “Pacho” Galán y Rafael Campo
Miranda, ilustres ciudadanos raizales del municipio de Soledad, “miraban”
estupefactos la atrocidad urbana acometida por el equipo de contratistas de la
Gobernación del Atlántico, para emprender la demolición de la viviendas
enmarcadas dentro de las manzanas adquiridas, se borraban de un tajo más de
cien años de historia cultural del municipio, dos de sus viviendas además de
muchas otras demolidas (Heladería Santa Elena y la casa de la familia Ucros
tirado) protegidas bajo la norma y
desafectadas irregularmente, caían a pedazos por el golpe absurdo y continuo de
las “monas” de hierro que con un peso superior a los treinta kilos,
pulverizaban el alma de la ciudad que muere lentamente en medio de la desidia y
la corrupción.
Casa familiar Ucros Tirado antes de la demolición
Casa Ucros Tirado después de la demolición, al fondo en espera de su turno la Casa Santa Elena
Una historia centenaria decapitada
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