BICENTENARIO SIN LEGADO
El
próximo 8 de Marzo estaremos celebrando una fecha muy particular en la “vida”
de nuestra ciudad y el mundo, en una primera instancia, le daremos la
bienvenida a los doscientos años que cumple el acto administrativo, que
reconoció como Villa, al villorrio valiente y decidido de esa época, que hoy se
conoce con el nombre Soledad, en su tenaz lucha por la liberación de las
colonias Americanas, que desde entonces, como manifiesta su himno “vence rudezas de indígena selva, sin dudas
buscando un sitio mejor” que no ha encontrado aún para sus huérfanos y
humildes herederos. Reconocimiento otorgado por el Presidente del Estado de
Cartagena, el Abogado y Periodista, Manuel Rodríguez Torices en 1813, trece
años después de la independencia de nuestra patria boba del régimen colonial Español.
En una segunda instancia, celebraremos los ciento tres años del día
internacional de la mujer, en su lucha por la participación en pie de igualdad
con el hombre, en la sociedad y su desarrollo integro como persona.
Como
parte de la primera celebración, me permito ofrecerles una apreciación personal
para su análisis y discusión enmarcadas en su vertiente urbana, no haré un
recuento del crecimiento de la ciudad en su tejido urbano de manera sistemática,
sería muy dispendioso y atrevido de mi parte, que en mil seiscientos caracteres
que me permite éste medio informativo escrito, plasmar una investigación que
llevas más de cinco años en forma intercalada, más sin embargo trataré desde mi
perspectiva profesional, ya conocida por todos ustedes, desarrollar una
aproximación de lo que debió ofrecernos con toda seguridad este magno evento a
conmemorar.
Veinticuatro
años atrás, el ente territorial que habitamos con mucho entusiasmo y cariño, se
regía por un deficiente plan regulador
totalmente desarticulado con el contexto metropolitano, regional y nacional
como acontecía con la mayoría de las ciudades terciarias del País, razón por la
cual, permitimos sin ninguna explicación e indiferencia, la inserción obligada
de macro proyectos puntuales inconsultos, que le facilitaron al Distrito
Especial y Portuario de Barranquilla, una solución oportuna a su necesidad
urbana, significando para nosotros la expansión obligada e inadecuada del suelo
urbano, proyectos estos que generaron mas impactos negativos que positivos en
el crecimiento al libre albedrío de la ciudad, desfigurando como era de
esperarse nuestro suelo rural de entonces, con implicaciones fuertemente
peligrosas, en el sentido de amenazar nuestra propia seguridad alimentaria,
como en efecto sucedió con la desaparición en un 90% del plano agrícola y
ganadero en su nivel primario. Recibimos del Distrito cinco proyectos tangibles
en adopción, avanzados en edad, que no supimos controlar en el manejo de su crecimiento
y desarrollo, por adolecer de reglas urbanas y recursos económicos propios, en
un ciudad que a duras penas podía sostener su carga sin ningún tipo de
desbalance.
En
mayo del año 2002 ante la infertilidad de la ciudad en la estructuración de sus
componentes, tanto urbano como rural, decidimos promover y adoptar una
“fertilización in vitro” conocida como el POT, amparados en la Ley 388 del 97
que nos permitía y obligaba abonar, ese vientre seco en que se había convertido
la ciudad por causas internas y externas, propias de su desarrollo. Se programan
en su contenido muchos “partos” que darían orden y sostenibilidad al caos
urbano y ambiental diagnosticado, programando tres fases de ejecución en el
corto, mediano y largo plazo, para reconstruir un tejido urbano en estado
caótico, y socialmente vuelto flecos por el desinterés en la manera de visionar
la reconquista de la ciudad, para su total recuperación.
Es
así, que se proyectan las programaciones de los “partos” para el nacimiento de
cada uno de sus hijos, léase proyectos, en la prospectiva diseñada, y que
llevarían por nombre: Recuperación de los cuerpos de agua de Soledad; Definición,
regulación y consolidación de las zonas industriales; Recuperación y
conservación del sector histórico y patrimonial; Renovación urbana del sector
centro; consolidación de la áreas residenciales; Desarrollo de vacíos urbanos
para uso residencial; Mejoramiento integral de áreas residenciales; Definición
y consolidación de los corredores comerciales; Reubicación de áreas residenciales
de alto riesgo no mitigable; Desarrollo de áreas residenciales en zonas de
expansión urbana; Definición y desarrollo de actividades y zonas de protección
urbana. Todo un legado teórico intangible en su primera etapa, diseñado con
buenas intenciones para la sostenibilidad de la ciudad.
No
satisfechos con las proyecciones del nacimiento de los proyectos señalados
anteriormente, y ante la euforia en caliente de tener una ciudad planificada, se
proyectan en igual forma, el nacimiento de los sub proyectos, léase planes
parciales, identificando sus nombres y
la necesidad de plasmarlos en actuaciones urbanísticas como: Recuperación de la
zona del mercado público; Desarrollo urbano y diversificado de la ribera del
Rio Magdalena con predominio de usos portuarios e industriales; Renovación
urbana y redesarrollo del sector central de Soledad; Protección y reserva
ecológica de la ciénaga de Mesolandia; Mejoramiento integral de las zonas del
suroeste, villas de Soledad y sus alrededores. Como observarán, otros legados
intangibles asumidos como instrumentos que desarrollarían y complementarían las
disposiciones del POT como ente rector en la planificación de la ciudad.
Diez
años más tarde, cuando se esperaba el total
cumplimiento de las tareas contempladas en el POT, para recibir y
proteger a esos párvulos e infantes, léase proyectos y planes parciales, fuimos
perezosos e irresponsable, en la atención de los cuidados requeridos, que nos
exigía con urgencia mediática la ciudad madre, perdiendo un legado intangible
significativo, que haría de nuestra vida comunitaria, un encuentro maravilloso
con la felicidad y la dignidad. Hoy nuestro espacio citadino es símbolo de la
desidia e insomnio, y lamentablemente somos un fracaso de ciudad en su parte
urbanística.
El
vientre materno de la gran Venus Soledeña, se encuentra nuevamente atrofiado y
con síntomas de eclampsia, por las malformaciones de los abortos múltiples realizados
hasta el momento: Urbanizaciones cerradas tipo ghetto, que permiten la
segregación urbana, el robo al espacio público, obstruyen la movilidad y
reafirman la exclusión en nombre de la seguridad; actuaciones arquitectónicas
privadas como los centros comerciales sin ningún estudio previo que nos ofrezca
soluciones para el incremento en el tránsito vehicular; la canalización
sempiterna de los afluentes territoriales; la violación a las normas urbanísticas para
vías arterias de la ciudad por parte del Área Metropolitana; la ocupación
indebida de las áreas de servidumbres de las torres de Transelca; las
construcciones ilegales en el legado Muvdi; y lo más grave la inexistencia de
planes maestros en aspectos de espacio público, movilidad, infraestructura
institucional y de servicios etc.
Al
decir del Sacerdote eudista Alberto Linero, “no todo está perdido”, necesitamos
una transfusión sanguínea que revitalice el cuerpo exangüe de esa madre complaciente
que se niega a desaparecer, entiéndase ciudad, que a pesar de las lapidaciones
recibidas sin consideración, siempre su regazo maternal nos ofrece sin ningún
tipo de contraprestación, ante la necesidad de reencontrarnos, para bebernos
tranquilamente la felicidad, aún en la adversidad. Es tanta su comprensión y
nobleza, que ha perdonado nuevamente y sin reparos, nuestra conducta parricida,
reafirmando la máxima realista del novelista francés, Honoré de Balzac: “El corazón de una madre, es un abismo
profundo, en cuyo fondo siempre encontrarás el perdón”. Solo necesitamos la
voluntad del buen hijo en sus acciones de vida, que nos permita ofrecerle
dignamente, parafraseando a Gabo: “una segunda oportunidad sobre la tierra”
para oxigenar ese gran legado de letras muertas en que convertimos el POT, unos
por acción y otros por omisión.
Les
soy sincero, y quiero expresarles a manera de reflexión, soñé con un
bicentenario lleno de soluciones urbanísticas y arquitectónicas, construidas en
éste espacio habitacional lleno de contradicciones políticas, sociales,
culturales y ambientales, me las imaginaba como defensas amuralladas, para
evitar el tortuoso colapso de la ciudad ante el aluvión del TLC. Estoy seguro
que las condiciones objetivas planteadas en el POT, estaban dadas para que cada
parto programado por ésta gran madre que es nuestro territorio, fuera la
primavera esperada para la transformación deseada de la ciudad, que siempre nos
ofreció vida, pero nosotros como ha sido costumbre, preferimos optar por lo
contrario, volviéndonos cómplices en los diversos abortos provocados, al
vientre materno de nuestra Venus de esperanza, que nos abrigó y nos legó un
territorio lleno de solidaridad, convivencia y seguridad. Tenemos hoy una
ciudad agrietada a punto del desplome, fuimos miopes en sus razones de vida,
preferimos destrozar y mandar al estercolero, las recomendaciones de desarrollo
y crecimiento consignadas en un instrumento de Ley como el POT, que nos legaba y
a la vez orientaba, supuestamente, la consecución de una gran familia unida con
un modelo de ciudad ajustada a nuestra realidad, pero que perdimos con un alto
costo significativo, por la insensatez y el filibusterismo, de una grey voraz
en la parte institucional y civil, que no miró mas allá de sus narices
pinochescas.
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